AÚN SIGO RIÉNDOME PORQUE ENCONTRÉ UNA FOTO REALMENTE PATÉTICA DE UN PIBE YYYY NO PUDE EVITARLO #SORRYNOTSORRY
—Sid —susurré desde la puerta de mi habitación. Él cambió su trayecto de la habitación de Fede a la mía y entró como si de la CIA se tratara. Cerré la puerta detrás de mí y lo miré a los ojos—. Hay que hacerlo. Hay que ir a Avgust's.
Él me miró como si estuviera loca. —¿Hablas en serio?
Asentí.
—¿Qué se supone que haremos allá?
Yo mordí mi labio inferior. —N-no lo sé —me encogí de hombros—. Podemos investigar desde ahí. Yo... no sé. ¿No habrán cámaras o algo así? Yo sólo... —vacilé, considerando mi idea estúpida de repente. Noté la cálida mano de Sid en mi hombro, y lo miré sonreír.
—Está bien. Si crees que con eso podemos ayudar a Matt por mí está perfecto —sacó sus llaves del bolsillo y me las dejó en la mano—. Ve con Stang y sácalo del estacionamiento, bajaré pronto.
Dejó un pequeño beso en mi frente y se fue de mi habitación. Yo estaba feliz por dos razones: tenía la oportunidad de investigar y no simplemente quedarme de brazos cruzados, y porque podía conducir a Stang sin necesidad de tener a un Sid borracho a mi lado.
Sid colocó su CD de My Chemical Romance. Lo miré despectiva, tratando de no perder por mucho tiempo la vista del camino. Él sólo rió.
—¿Esto es algo que no sabes de mí, Kyo?
Yo torcí una sonrisa. —Bueno, la verdad para mí eres demasiado... relajado. Pensé que tu estilo era 100% indie.
Él suspiró orgulloso. —Me gusta lo indie. Y el rock —miró por la ventanilla—. La verdad sólo me concentro en la letra de las canciones. No me importa sinceramente si es country.
Lancé levemente mi cabeza hacia atrás riendo. Sid era mi comic relief. Cuando sentía que no podía más durante la semana, él llegaba y me decía algún comentario sarcástico o sacaba un chiste de su repertorio. Era agradable. Sid realmente era agradable.
Lo escuché cantando una canción a todo pulmón y realmente envidié no saberme esa letra. Aunque probablemente arruinaría su armonía perfecta porque cuando se trata de cantar yo no soy tan buena.
Bajó el volumen del radio. —El concierto es en una semana —dijo sin más.
Fruncí el ceño. —¿En verdad estás pensando en el concierto ahora?
—Sí. Puede sonar egoísta, pero quería ir en serio contigo... —se calló.
Sonreí mentalmente. —Bueno. Creo que, ya sabes, no estamos de luto.
—¡Finalmente! —exclamó, para luego estallar en risas—. Creo que tal vez podría conseguir otra entrada. Para Matteo.
Alcé mis cejas con emoción. —Sí, sí. Sí. Le encantará. Le gusta mucho el estilo de Matt Healy.
—Son tocayos después de todo —dijo con gracia—. ¿Crees que le de... miedo? Estar entre tanta gente, quiero decir.
Hice ademán de contestar, pero no tenía una buena respuesta. Al final me rendí.
—No sé. Luego le pregunt-
Oh, oh, oh,
oh, oh,
oh, oh, oh, oh.
—¿Me pasas mi teléfono, por favorrrrr? —pedí graciosa. Había olvidado por completo el ringtone que tenía. Él rebuscó en el asiento trasero, entre mi chaqueta, y miró la pantalla.
—Es un tal Jay.
—¡Oh! ¡Jaydie! —sonreí—. Ponlo en mi oído.
Eso hizo.
—¿Bueno? —dije. A Fede definitivamente no le gustaría la idea de yo conduciendo y hablando por teléfono al mismo tiempo, pero bueno. Él nunca se iba a entarar.
—¡Hey, Kyo! —lo escuché muy alegre—. ¡Acabo de conseguir entradas para ver a The 1975 este sábado! Me preguntaba si querías venir conmigo.
Aquí vamos...
—¿En serio? Eso es muy bonito, Jaden —dije con sinceridad, una sonrisa socarrona en mi rostro—. Pero no he tenido mucho tiempo estos últimos días y no sé si pueda.
—Oh. Bueno. De acuerdo, está bien —respondió incómodo—. Comprendo si no puedes venir conmigo, es sólo que-... bueno, ya sabes. Las entradas están agotadas y yo tuve que comprarlas a mi primo por casi el doble.
Una punzada en mi pecho. Jaden de verdad se esforzaba por mí, y aunque no sabía si él lo estaba haciendo por otro motivo distinto al de una amistad, me daba pena.
Tragué. —Okay, esto es lo que haremos. ¿Te parece si nos vemos mañana en la escuela? Y nos ponemos de acuerdo. Quizás pueda cancelar algún plan o algo así...
La vida volvió a su voz. —¡Sí, sí! Eso estaría definitivamente genial. ¿Nos vemos mañana, entonces?
—Nos vemos mañana —envié un beso—. Adiós.
Una pequeña carcajada en respuesta. —Adiós.
Sid retiró el teléfono de mi oído y lo puso en su lugar. Se fijó en mi rostro contrariado y no tardó en preguntar.
—Así que... ¿qué pasó?
Reí con nerviosismo. —No pasó nada. Jaden sólo quería saber cómo estaba.
—¿Y para saber eso tienes que cancelar algún plan?
Detuve el auto en el semáforo en rojo y lo miré con el ceño fruncido. —Woah, ¿desde cuándo somos tan metiches?
Él forzó una sonrisa. —Desde siempre, Salvatore. Ahora dime, ¿qué necesitaba?
No respondí.
—Sólo quiero saber.
—Es que esto es demasiado irónico así que sólo centrémonos en Matteo, ¿sí? —respondí, con una leve sonrisa. Él me hizo caso.
Minutos después, aparqué frente a Avgust's. Sid bajó del coche y yo lo imité, guardando las llaves en mi bolsillo. Se detuvo a mi lado.
—¿Sabes algo? Si yo fuera, no sé, un dependiente de una tienda de verduras orgánicas, probablemente me asustaría si dos personas entraran al establecimiento y empezaran a investigar y preguntar.
Ladeé mi cabeza, esperando por más.
—Pero de verdad no me asustaría si una pareja de jóvenes me preguntara casualmente sobre un acontecimiento que probablemente no haya sido de mi incumbencia.
—¿A dónde quieres llegar con todo esto? —pregunté con el ceño fruncido, mi típica sonrisa bailando en mi cara.
Él tomó mi mano. —A nada. Sólo —se encogió de hombros— pensaba que luces realmente bien con esa flannel.
Rodé los ojos. —Sid, si estás insinuando que-
—No insinúo nada. Sólo no me sueltes la mano y entremos.
Suspiré con resignación y entré junto a él a el lugar. Era un sitio demasiado bien organizado y tenía una apariencia de algún tipo de cede de Starbucks impactante. No podía con tanta alternatividad y vegetales y carne de soya.
—Esto es condenadamente aburrido —lo escuché musitar a mi lado mientras caminábamos por los pasillos—. Todos estos... hipsters... con sus pantalones de pitillo y camisas a cuadros...
Lo miré graciosa. —Sid, acabas de describir mi atuendo.
—Bueno. Tú no eres hipster, eso lo sé —besó mi mejilla.
Pasamos frente a la sección de berenjenas, donde había una especie de espejo detrás y pude echarnos un vistazo. Parecíamos una pareja. Una pareja de enamorados que iba casualmente a comprar algo para la cena. Era raro, pero a la vez no se sentía fuera de lugar.
—Así que, ¿qué procede ahora? —me preguntó, tomando una bolsa de papel y empezando a echar vegetales al azar, liberándome así de su agarre.
—¿A qué te refieres? —pregunté entretenida, viendo cómo simplemente echaba zanahorias y espárragos con una apariencia de concentración falsa.
—A que qué vamos a hacer ahora —contestó con obviedad.
Me lo pensé un momento. —No lo sé, mate —solté un suspiro—. Yo sólo tenía la esperanza de venir aquí y verlo mágicamente y poder meterle un palo con clavos en el ogt.
Él me miró. —¿Al menos recuerdas cómo es Dominik?
Negué.
—Bravo, Salvatore —dijo entre risas. Dejó la bolsa de papel en mis manos y me plantó tremendo beso en los labios. No fue como el beso borracho; uno casto. Este fue diferente. Lo hizo con fuerza y a la vez pausadamente.
Yo era como una pequeña niña de 5 años. Sensible y demasiado necesitada de contacto físico. Así que me sorprendí a mí misma correspondiéndole el beso con torpeza.
Se separó de mí cuando nuestros pulmones empezaron a arder. —Sa vacker —murmuró, más para sí mismo que otra cosa. Volvió a tomar mi mano y me arrastró hasta otro pasillo.
Fruncí el ceño enojada. —¿Puedes dejar de hablar en sueco? Por el amor de Dios, Sidney, no entiendo un rábano y además es poco románt-
Me corté a mí misma.
En la pared de fondo —al lado de una insípida máquina de Arizona's—, había una foto que me llamó bastante la atención.
Abrí los ojos de sorpresa. ¡Era él!
—¡Sid! —exclamé, apretando su mano con fuerza. Me giré hacia él y pude notar que estaba en estado de shock.
Sonrió con ironía. —No tengo palabras, es todo un idiota —me miró—. ¿Ahora nuestros besos son milagrosos?
Reí, más por felicidad que por el chiste.
—Vamos, hay que preguntar sobre él —lo arrastré hasta por todos los pasillos hasta por fin encontrar a un depentiente. Era alto y tenía mejillas rosadas.
—Hola —saludó Sid.
—¿Necesitan algo? —preguntó. Se veía levemente ofuscado porque estaba limpiando el piso, así que ni siquiera se dignó a mirarnos.
—¿Dominik Rusjan trabaja aquí? —dije, esperanzada.
Él dejó de limpiar y nos miró. —Sí. ¿Necesitaban algo? —volvió a preguntar.
—Sí. Bueno —hablé—, soy su prima y necesito... verlo. ¿Tienes su dirección?
Negó. —Nadie sabe su dirección. Nadie sabe la dirección de nadie aquí —dijo, para seguir limpiando.
Miré a Sid. "Es un idiota." articulé. Él asintió con gracia.
—De acuerdo. Está bien —dijo Sid, calmado—. ¿Cuándo empieza su turno?
—A las 2:00 p.m, Sábados y Domingos —sonó como un robot.
—Gracias por la información —dije entre dientes, me caía realmente mal.
—Meh —respondió.
Quise pegarle en el rostro.
—¡No puedo creer que lo hayamos encontrado! —celebré, sentada en el asiento copiloto esta vez.
Sid me miró de reojo. —Lo sé. Fue demasiado fácil —ladeó una sonrisa—. Igual y nuestros besos son-
—No —lo corté, seria—. No. No lo digas.
Él rió y se concentró en el camino.
—A Khris le encantará saber esto —mencioné, aún muy feliz—. Pero no le digas a Fede. Ni a Matt.
—¿Por qué a Fede no?
Bufé. —¿En serio quieres decirle eso a Fede? Descargará sus dos años de furia reprimida en él y el único que acabará mal aquí será Fede, porque yo no voy a visitarlo a la cárcel.
Hice reír a Sid involuntariamente. —Ahora sólo tenemos que esperar al Domingo.
—¿Por qué al Domingo? —pregunté a punto de hacer un berrinche.
Él me miró. —Bueno. No sé. ¿Tal vez porque hay un concierto el sábado?
Estallé en brerrinches. —¡Sid! ¡Por favor! ¡Podemos esperar un año más!
—¡Un año más! —frenó a Stang bruscamente y se giró a mí—. ¡Kyo!
—¡Sid! —imité.
—¡Kyo!
Suspiré. —Sid, Matt es más importante que un concierto.
—¡Lo sé! Lo sé. En verdad. Pero- yo... ugh, ¡Kyo! —se cruzó de brazos y miró al frente.
—Podemos ir en la tarde —racioné—. ¿Qué nos detiene? El concierto empezará mínimo a las 6:00 p.m, ¿no?
Gruñó.
—Además —continué—, estoy considerando seriamente no ir contigo.
—¿Qué hay de malo conmigo? —soltó, con muy mal humor.
—Nada. Sólo está el hecho de que me has besado sin mi consentimiento dos veces.
—¿Y...?
Me cubrí el rostro tratando de tener paciencia. —Sid, ¿no tienes ni un poco de respeto?
—¿Respeto por qué? Me gustas, te gusto. Francamente no sé por qué no somos novios.
Lo miré neutra. —Puedo enumerarte cientos de razones por las cuales no somos novios aún, pero voy a empezar con la más simple: no me gustas.
Él río, como si de un chiste se tratara. —¿Y qué sigue? ¿Vacas voladoras?
Bufé. —No me gusta que no me tomen en serio.
—¡Es que —rió más— ¿cómo voy a tomar en serio semejante mentira?!
Lo empujé levemente, y él rió aún más.
—Cuando te canses, me avisas —me crucé de brazos.
—Kyo, por favor. ¡Es obvio que te gusto!
—No, joder, no. ¡Me gusta Jaden! —solté con fastidio.
Sid dejó escapar un jadeo.